Los conflictos bélicos están atravesados por la innovación tecnológica, que, silenciosamente, va redefiniendo los parámetros de las guerras modernas. La ecuación en la que inteligencia y capacidad de liderazgo –táctico y estratégico– eran componentes fundamentales hoy se ve transformada por una herramienta tan poderosa como indómita: la inteligencia artificial (IA). Los actores más avezados vienen buscando hace años la forma en que estos avances sean de utilidad para los intereses estratégicos de un Estado. El 1 de junio de 2025, la inteligencia ucraniana dio un paso gigante y dejó expuestas las vulnerabilidades de su enemigo. Al día siguiente, Rusia iba a sentarse en una mesa de negociación, a sabiendas de que tenía más para ganar que para perder. Sin embargo, este evento lo cambia todo. Vamos a identificar qué se puso en juego y cuáles son las principales consecuencias.
El antecedente más reciente a un evento de tales características es la Operación Grim Beeper que Israel llevó adelante contra Hezbollah en 2004. Durante más de una década, se ocuparon de infiltrar dispositivos electrónicos “vetustos” (walkie-talkies y beepers), introduciendo explosivos en sus baterías. Para ello, se crearon empresas fantasmas, que fueron las encargadas de inmiscuirse en la cadena de producción y venta de los aparatos. Mediante una operación de inteligencia y desinformación, Israel se ocupó de hacer creer que habían infiltrado la telefonía móvil con la que se comunicaba su enemigo. Esto llevó a que el por aquel entonces líder de Hezbollah, instara a todos los altos mandos de la organización y buena parte de sus integrantes a mutar hacia otra tecnología. Eligió los walkie-talkies y los buscapersonas (beepers) para la comunicación interna del grupo, ya que creía que, por ser tecnología más simple, era menos pasible de ser interferida o infiltrada. El 17 de septiembre, Israel activó las cargas en simultáneo y dejando en evidencia el error de apreciación. El Caballo de Troya digital había sido introducido en El Líbano y explotó en manos de más de 1500 personas.
Aunque la ONU consideró esta operación como un crimen de guerra, ya que afectó a civiles, quedó en evidencia que las guerras ya no tienen las mismas dinámicas. Grim Beeper es el primer asesinato selectivo masivo de la historia. El hecho más importante radica en que los israelíes confiaron en el propio Hezbollah para “seleccionar” sus objetivos. Lo que siguió a Grim Beeper fue la confusión.
La operación israelí tuvo éxito gracias a una estrategia de largo plazo y años de infiltración y planificación secreta. Representa un acto de precisión y minó la confianza del enemigo en su propia infraestructura. Ahora bien, la operación realizada por Ucrania contra Rusia escala un poco más este estilo de “guerras de engaño”.
Mediante la Operación Spider Web, la inteligencia y las fuerzas armadas ucranianas lograron infiltrar drones en territorio ruso durante dieciocho meses. Para ello, los ocultaron en camiones y almacenes, hasta que decidieron utilizarlos en simultáneo. Los reportes ucranianos hablan de 41 bombarderos estratégicos rusos inutilizados (que representarían al 34% de su aviación de guerra), situados en cuatro bases diferentes. Es probable que Rusia, que ya ratificó haber recibido el ataque, sostenga que el daño es mucho menor. No importa el número, lo que importa es el efecto simbólico. Ucrania entró en Rusia, utilizó IA, atacó y no perdió ni siquiera un soldado. Estas son las nuevas guerras. La democratización de herramientas tecnológicas ha permitido a actores más débiles equilibrar el campo de batalla.

Drones utilizados por Ucrania contra los bombarderos estratégicos de largo alcance de Rusia (Fuente: India Today)
La guerra contemporánea se desplaza hacia estrategias asimétricas. El factor sorpresa y la manipulación tecnológica superan a la confrontación convencional y pueden transformar el resultado de las batallas. La adaptación de tecnologías civiles o comerciales para fines militares reduce costos y aumenta la escalabilidad de los ataques. Y no solo eso. Los costos de los drones y la tecnología de IA no tienen punto de comparación con el valor de los aviones destruidos. Sin embargo, el daño psicológico y simbólico puede ser tan decisivo como el material, ya que puede erosionar la moral y la cohesión institucional. El ataque ucraniano demuestra que Rusia no puede proteger sus bases más remotas, lo que lleva a posibles cuestionamientos de sus narrativas de seguridad interior.
No obstante, este tipo de operaciones plantean dilemas legales. El uso de drones con IA y ataques profundos en territorio enemigo carece de regulación internacional precisa. Así se generan zonas grises en las que la innovación tecnológica supera al marco jurídico. Las guerras contemporáneas implican una saturación tecnológica, que convierte al campo de batalla en un laboratorio de innovación y desarrollos. La IA, el Big Data y otras tecnologías van convirtiendo a los conflictos bélicos en “guerras inteligentes”, en donde será cada vez más fácil identificar ataques de precisión, mapeo de redes subterráneas, operaciones de sabotaje y estrategias de desinformación.
No basta con haber aprendido a identificar factores
La integración de la IA en las acciones ejecutadas por cualquier actor político ha venido a transformar el mundo. En ODOS Global Strategics, creemos que, en un escenario en el que la soberanía tecnológica define el poder (económico, geopolítico, comercial, militar), la IA representa un vector crítico de multiplicación de capacidades.
Para los Estados, el dominio de la IA potencia la capacidad de anticipación, pero también optimiza recursos, reduce costos y, por sobre todas las cosas, redefine la disuasión. Queda claro que un actor con capacidades autónomas avanzadas puede inhibir agresiones aún sin estar en superioridad numérica.
Pero también las empresas deben fortalecer esa capacidad, especialmente aquellas vinculadas a sectores estratégicos (energía, telecomunicaciones, logística). La IA es un escudo contra ciberataques sofisticados y sabotajes físicos. Asignar recursos para Invertir en sistemas de IA y, de esta forma, detectar anomalías en redes o hardware se volvió una medida de supervivencia en un mundo en el que hasta un beeper tiene el potencial de convertirse en un arma. En paralelo, aquellas empresas que desarrollen tecnologías duales podrán avanzar geoeconómicamente, como se puede ver en casos paradigmáticos, como el de Huawei en China.
El desarrollo defensivo mediante herramientas de IA se erige como una cuestión de autonomía estratégica. La dependencia de soluciones tecnológicas ajenas implica riesgos de espionaje o bloqueos tecnológicos. Aquellos países que invierten en I+D militar e IA no solo protegen su infraestructura, sino que generan industrias de alto valor agregado. En cambio, al resto solo le quedan dos opciones de integración: la asociación (alianzas) o la exposición a nuevas formas de colonialismo digital. La cooperación público-privada es un factor de relevancia. Aquellos países que aprendan a fomentar ecosistemas que combinen políticas de financiamiento con protección de patentes y formación de recursos humanos tendrán una doble ventaja: habrán aprendido a fortalecer su defensa y posicionarán al sector privado nacional en la aldea global.
2025, ODOS GS. Todos los derechos reservados.